martes, 25 de octubre de 2011

Basílica del Señor de los Milagros en Buga


La Basílica del Señor de los Milagros es el referente más importante a nivel religioso en el Valle del Cauca.

En el centro del Valle del Cauca nace la historia de un milagro que hoy lleva a más de tres millones de turistas y peregrinos de toda Colombia y varios lugares del mundo: la Basílica del Señor de los Milagros del municipio de Guadalajara de Buga, reconocido como el Destino Espiritual de América.


La Basílica: exquisita pieza arquitectónica

La Basílica del Señor de los Milagros, también llamada la “Basílica Rosada”, es enorme y soberbia: tiene 80 metros de largo por 33 de alto. En medio de sus dos torres se encuentra una Imagen del Santo Redentor. El campanario es muy especial porque cuenta con cinco campanas francesas que invitan a los fieles a la Santa Misa. También tiene un reloj francés que, desde el 18 de marzo de 1909 marca la hora.

La Basílica fue testigo a lo largo de los 15 años que tardó su construcción de hechos históricos como la Guerra de los Mil Días. Una vez lista, se procedió a hacer el traslado de la figura del Señor de los Milagros desde la antigua ermita en la que se encontraba hacia su nuevo santuario, lo cual resultó en una peregrinación de más de 50 mil devotos. La inauguración y bendición se hizo el 2 de agosto de 1907.

La Basílica del señor de los milagros tiene 80 metros de largo por 33 de alto



Sesenta y cuatro caballeros en traje de gala llevaron a cuestas el gran crucifijo milagroso, tomaban turnos de diez en diez para cumplir con su propósito y soportar el peso de la carga. Toda esta posesión se tomó varias horas que los observadores presenciaron tal solemnidad y euforia que se requirieron decenas de soldados para contener a la multitud.

El Templo del Señor de los Milagros recibió del Papa Pío XI el título de Basílica, palabra que significa “casa donde vive el Rey”. La edificación obtuvo este honor el 12 de agosto de 1937 ya que acogía más de 8.000 visitantes al año, en ese entonces.

La historia del crucifijo del Cristo Negro

Cuenta la tradición que una indígena lavandera muy fervorosa de Cristo ahorraba el dinero de su trabajo para comprar un crucifijo de setenta reales. Un día, cuando ya había obtenido esa cantidad, vio que en la rivera caminaban unos gendarmes con un hombre que debía setenta reales. Compadecida, de su situación, la mujer habló con los captores para que soltaran al hombre a cambio del dinero y así saldar su deuda; de manera que consiguió su libertad.

El Cristo Negro de la Basílica

 Tiempo después, en el río Guadalajara, la indiecita encontró abandonado el crucifijo que tanto deseaba y lo guardó en un cofre. De repente, ella empezó a escuchar unos golpecitos en el interior de la caja y, al abrirla, descubrió que había aumentado su tamaño. La historia se esparció entre los habitantes mientras que la cruz continuaba creciendo, proceso que continuó hasta llegar al tamaño que tiene hoy en día.

Un obispo se enteró de la historia y, temiendo que se tratara de brujería, intentó quemarla en una hoguera donde ardió por tres días seguidos sin desaparecer. Desde entonces, decidió erigirse una pequeña capilla en su honor. Años después, el crucifijo se trasladó a la Basílica construida en su homenaje.